miércoles, 28 de octubre de 2009

Ya no te amaré .-

Fueron momentos bellos, ya no lo veo hace más de un año. Todo partió hace mucho tiempo, cuando no teníamos preocupaciones mas que el reto que nos llegaría a fin de mes por las llamadas telefónicas. Nos cantábamos al oído y nos conocíamos sin vernos. Era bello el revoloteo que me daba en el estomago al sentir en ring diario. Aún recuerdo cuando lo conocí. Fue de sorpresa, y uno de los momentos amorosos más felices que recuerdo de mi adolescencia. Era alto, flaco, de piel dorada y nariz de pelota. Compartíamos la cicatriz de una de nuestras cejas. Tenía el pelo y ojos color miel. Me gustaba como olía, como se vestía como besaba, como caminaba, el porte de sus manos y espalda. Seguimos hablando y viéndonos, pero de repente no sé lo que pasó. No nos vimos en un año. Fue en aquella fiesta que marcaba el fin de una etapa, cuando lo vi llegar. Casi me muero estaba más alto, como más grande, y mil veces más guapo. Bailamos toda la noche, muy pegaditos. Me encantaba, lo pasé increíble con él. Entre a la universidad y se hizo rutinario verlo una vez o dos veces al año, en los carretes que la Amparo organizaba o en nuestras fiestas de cumpleaños. Era increíble, nos mirábamos y no nos resistíamos. Me acuerdo que nos olvidamos el uno del otro durante un tiempo. No sé porque el destino quiso reunirnos. Me acuerdo que estaba en la cola del banco muy atareada, tenía que regresar a la oficina y presentar el proyecto cuando lo vi pasar. Traté de hacerme la desentendida, pero mi corazón latía fuerte, la sangre de mis venas avanzaba más rápida y la sonrisa de la cara es algo que no podía borrar. Al parecer teníamos algún tipo de conexión, avanzó y de repente se volteó y me quedo mirando. “¡¡Consuelo!!”, nos miramos y fue inevitable el coqueteo inmediato. Me contó que estaba bien y que muy de vez en cuando se acordaba de mi. Nos despedimos con un “te llamo”. Llegué a la oficina y había un ramo de flores en mi escritorio. Lo conocía perfecto, era mi fantasma desde hace doce años. Esa noche me había comprometido en salir con Amparo, Matías y Trinidad. Fuimos al bar de siempre, a tomar lo de siempre y a reír como siempre, cuando sonó mi celular. Me dijo “Voltea”, era él caminando hacia mi mesa, mis mejillas se pusieron como manzanas, miré a la Amparo, sonrió pero sus ojos eran de desaprobación. Ella sabía cuanto me encantaba pero también cuantas lagrimas había derramado por él. Me tomo de la mano y me llevó a su departamento. Pasé una noche inolvidable. La recordé por toda una semana en especial por los moretones que lucían mi baso y muslo. Mi sonrisa nos se borraba de mi cara. Él me hacia sentir plena y feliz. Sabía que eran pequeños momentos, y que al día siguiente sufriría por su indiferencia, pero trataba de aprovecharlos al máximo y sentirme más cerquita de la felicidad. Decidí dejar de verlo tras esa pelea que tuvimos, además Amparo está en completo desacuerdo y no quiero tener más problemas con ella. De hecho desde que Martín y yo dejamos de vernos, mi relación con ella ha mejorado. Parece que no quiere que sea parte de su familia ¡Je!. Desde que conocí a Miguel, he dejado de pensar en él. De todas maneras seguirá siendo una preocupación constante, su vida no siempre va del todo bien, es inseguro y necesita apoyo. Siempre será el príncipe azul con el que pensé que estaría cuando era niña.

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