miércoles, 28 de octubre de 2009

Cansada .-

Fue un día de veranito de San Juan, dónde el invierno aún no se acaba pero el sol trata de alumbrar un poquito. Según Amparo fui la culpable de que el calor se fuera. A Miguel lo conocí entre tacos, embotellamientos, entre colores blanco y naranjo. Fue toda una aventura. Quería dedicarle aquel día, es por eso que con la falda corta que tanto le gustaba, me dirigí a la casa de la Nacha a emperifollarme. Mi piel quedo totalmente dorada, mis labios brillantes y mis pestañas mas largas de lo que ya eran. Tras la espera con mi amiga nos pusimos a ver por la mañana una película, se llamaba "teeds", lo más bizarro que podría existir en cine. No me llamaba, mi paciencia y brillo de labios desaparecían poco a poco. Me junte almorzar con Francisca y su marido, que habían llegado hace un par de días de un viaje de trabajos a Nueva York. Fuimos por una botella de vino y unos cuantos cigarrillos. Lo pase increíble, pero no podía dejar de pensar en él. Suspire y decidí llamarlo, cada vez que tomaba mi celular para hacerlo sentía que lo ahogaba un poquito más. Me dijo que lo esperara, que pronto llegaría, que lo disculpara, que tenía que entender como era su trabajo. Tome aire y le dije -Claro te llamo al rato- como siempre...- Di vueltas por Providencia, ya no habían vitrinas nuevas que ver, por lo menos eso pensaba. Camine por Pedro de Valdivia tratando de recordar los buenos momentos que pase en vacaciones con Amparo, su pololo y otros amigos. Casi sentía la brisa marina. Eran las 7 y sonó mi celular, mi corazón latió a mil, era la Nacha, para preguntarme como me había ido. Le conté y me retó. Yo sabía lo que estaba apostando, ya no era una suerte de compañía, sino que estaba perdiendo mi corazón. Me encontré con él en una esquina, mi cara era de cuatro metros, pero él con sus pecas en la cara y su sonrisa pícara hacía que todo se me olvidara. El resto es otra historia.

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