martes, 23 de marzo de 2010

Pequeño Saltamonte .

Lo primero que recuerdo cuando pienso en ella, son sus "tributos al mar". El ritual se desarrollaba a altas horas de la madrugada, cuando queda un octavo de tequila dentro de la botella. Ella se empelotaba y salia a mostrar su "naturaleza" por la ventana para sentirse libre, y para que las olas cumplieran sus deseos. Violeta, era pequeña, delgada y con un corazón gigante. Soñaba con príncipes encantados, era toda una cenicienta en búsqueda de alguien que acomodara su zapato. La fragilidad era su mayor característica, no le gustaba hacer sentir mal a los demás, ni que pasaran penas por su culpa. Creo que fue por eso que aguanto tanto.

Conoció a Roberto entre facsimiles hace mucho tiempo atrás. Gracias a mi y al pinche que tenía en ese tiempo (un piojo resucitado que no modulaba por la papa que tenía en la boca), salieron juntos por primera vez. Ahora no sé si fue lo mejor.

Roberto no era un tipo malo, pero si tenía doble personalidad (a la cual apodamos "Juan"). Le prometió el oro, el moro, hijos, una casa y estabilidad emocional. Sobre todo la última jamás la cumplió. Pasaban entre celos y reconciliaciones, en una relación que a Violeta la absorbía mucho.

Lo cafés que nos tomábamos, nuestras salidas y las juntas en su casa, fueron cada vez menos frecuentes. Ella dedicaba su tiempo a él, creo que para sentirse más segura y tratar de convencerse que era "él" amor de su vida.

Ella era preciosa, y tenía "ángel" como dice mi abuelita, pero de eso no se convencía mucho. No tengo claro aún porque estaba con Roberto, si era porque lo amaba, o porque pensaba que nadie más la iba amar. Es confusa la línea que hay entre el cariño y la necesidad de sentirse indispensable.

Con Amparo, siempre quisimos lo mejor para ella, nos angustiaba verla llorar y sentir que la melancolía la paralizaba. Yo siempre traté de ponerme en su lugar, de empatizar con lo que estaba sintiendo, en cambio Amparo era más dura y no le disfrazaba la realidad. Ahora pienso, que tratábamos de encontrar el equilibrio para que Violeta se diera cuenta de su valor y de lo que realmente se merecía.

Estoy segura que encontrará un "cuate" de acento gracioso que la llene de flores, que la haga surgir y que le muestre el camino amarillo y de luz brillante que ella necesita en su vida (lejos de "Juan").

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